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Hagamos cuentas:

Hagamos cuentas: Somos, en el mejor de los casos, 90 años.
O lo que es lo mismo.
Somos 1.080 meses
O sea 1.080 sueldos, eso si fueramos unos privilegiados que cobran desde el primer mes de nacimiento, que haberlos, haylos.
Sigamos.
Somos 4.693 semanas.
O mejor dicho, 4.693 fines de semanas. Suponiendo que salgamos desde el año uno hasta el año 90, son 4.693 oportunidades de ligue, que ya es suponer, lo que nos lleva, siendo optimistas, a un total de 4.693 polvos o 4.693 borracheras, o las dos cosas a la vez, lo cual es bastante más difícil, que podíamos redondear en 5.000, contando con lo que pueda caer entre semanas, y todo ello haciendo buena la utopía de que podamos echar un polvo y/o coger un pedo en el año uno y en el noventa, que ésa es otra.
Más.
Somos 32.873 días.
Es decir, 32.873 noches y 32.973 siestas. 32.873 veces suena el despertador y 32.873 nos acordamos de la puta madre que lo trajo. 32.873 veces nos dicen buenos días o buenas noches. 32.873 desayunos, 32.873 comidas, 32.873 cenas.
Somos 788.952 horas.
Una hora es lo que nos hacen perder los atascos de tráfico, los pelmazos, las novias histéricas, las puñetas familiares. Una hora es el tiempo máximo que podemos perder y estar fuera de juego.
Somos 47.337.120 minutos.
Un minuto es los que dura, siendo optimistas, un orgasmo. Desgraciadamente no somos 47.337.120 orgasmos. El mundo sería bien diferente si pudiéramos ser esa maravilla.
Somos 2.840.227.200 segundos.
Un segundo es el tiempo que se tarda en decir sí o no. Y decir sí, o decir no, puede significar cambiar por completo el rumbo de tu vida.
Pregunta idiota:
¿Qué coño hago aquí escribiendo esta chorrada, cuando en un segundo podía haber cambiado el rumbo de mi vida, en un minuto habría tenido un orgasmo, en una hora hubiese dejado de aguantar a tanto idiota suelto y en un día, un solo día de mis 32.873, estaría tirándome a la novieta de alguien que no quiere ni verme?
(Quien no quiere verme es ese “alguien”, porque fustigo su blog, pero ella, no, ella bien que lo está deseando)

La Saga de los Halsey: Mis tortitatarabuelas Olena y Marcia Halsey IV y V, las gemelas insaciables

La Saga de los Halsey:  Mis tortitatarabuelas Olena y Marcia Halsey IV y V, las gemelas insaciables Desaforadamente incestuosas.
Lo suyo era puramente orgánico. Nacieron samiesas, unidas por los pezones, pero nada más salir del utero materno, Olena, la más marchosa, se separó de Marcia y lo hizo de un tirón que realmente causó bastante sangre. Pero, esto sirvió para que a Marcia se le subiera la libido masoquista, y allí nació un amor incontrolable, que fué inmediatamente correspondido por su hermana gemela, muy amiga de látigos y cueros..
Cuando no estaban sucumbiendo en el festín sexual de sus deliciosos cuerpos de juvenil textura, se dedicaban al noble arte de enfrentarse a un ejército de brigadieres políticamente correctos, que intentaban cortejarlas con versos de cremosa cursilería, al estilo de lo que siglos después escribiría el vomitivo Saint Exupery. A estos impresentables y seudoprincipescos pretendientes, antes de ser empalados con varas de mimbre de gitano viejo, mis queridas niñas les obligaban a degustar excrementos de serpientes, aliñadas con recetas de la nueva cocina de Ordovás Colusse, notable cocinero francés y más maricón que un palomo cojo.
Consiguieron hacer fortuna sin renunciar a sus principios, porque se encaprichó de ellas el Marquesito de los Ojos Plúmbeos, uno de los multimillonarios más importantes del Caribe Medio, notable y obcecado voyeur, que cubrió de oro a las gemelas, con tal de poder contemplar en primera fila sus intemperantes escarceos sexuales. Las ansiosas gemelitas derrocharon la fortuna del marquesito, hasta llevarlo a la ruina y una vez allí, el mozuelo fue deshuesado, cortado en rodajas, ahumado y sazonado, transformándose en uno de los exquisitos productos de la charcutería fina del gran artesano y conocido antropófago Oscar Mayer Primero.
Un buen día, mis sensibles antepasadas se aburrieron de ir pirateando aquí y allá, y desembarcaron en una isla desierta, dispuestas a llenar la copa de sus vidas con sus juegos sexuales. Hasta que a Olena se le fue la mano con el látigo y dejó a su hermana gemela hecha un asquito, por lo que no tuvo más remedio que acabarla de matar, y de paso, como quería seguir haciendo daño y no tenía cerca a nadie más, Olena se quitó la vida con una katana que le había regalado la tatarabuela de la niña de Kill Bill.
Amo con locura a estas gemelitas.
Hubiese dado con placer la mano derecha
si hubiese gozado del insigne privilegio
de acariciar con ella
la piel sedosa de sus bellas nalgas.

La saga de los Halsey. Capítulo Tercero. Mi prostitatarabuelo Alfred Halsey III, el Incontinente.

La saga de los Halsey. Capítulo Tercero. Mi prostitatarabuelo Alfred Halsey III, el Incontinente. Amigo de lo ajeno hasta decir basta.
Uno de sus placeres consistía en de arrebatar, sin deshacerlo, tres perlas del collar de una duquesa de postín, mientras le daba un beso de tornillo, sin que la susodicha notara nada extraño, fuera de una escabrosa sensación de humedad en sus partes íntimas.
Fue el primero en adiestrar jaurías de perros lobos para su labor de rapiña. Los canes entraban en los palacios por las chimeneas, le abrían las puertas de servicio, y Alfred Halsey, como un señor, después de señalar a sus huestes los objetos a desvalijar, se introducía en las habitaciones donde dormían las mujeres y les hacía una limpieza de bajos, comenzando por las más jóvenes. Al día siguiente, la mansión estaba prácticamente vacía, pero, eso sí, las damas afirmaban al unísono que nunca habían dormido mejor.
Su mayor objetivo fue aprender a difuminarse en la atmósfera, cosa que estuvo a punto de conseguir, cuando se escapó, como un suspiro, del penal de la Isla de los Pantanos, sin que sus carceleros supieran a ciencia cierta cómo pudo cruzar las doscientas millas que le separaban de la tierra habitada. De aquella fuga surgió la leyenda de que mi tatatarabuelo había hecho un pacto con el Diablo Cojuelo, aquel que, según el ecijano Luis Vélez de Guevara, sobrevolaba el mundo haciendo trastadas, sin ser apercibido.
En vista de que era prácticamente imposible agarrarlo mientras se adueñaba de lo ajeno, las fuerzas de orden, desanimadas, bajaron la guardia y le dejaron hacer lo que le viniera en gana. Esta omnímoda impunidad no fue del agrado del bueno de Alfred que agarró una depresión de caballo, y mientras surcaba con su barco el Oceano Índico, exigió ser desembarcado en Sri Lanka, preso de un pasmo místico de incierta solución.
En tan ceilanesco paraiso, Alfred abandonó definitivamente la horda bucanera, y se entregó de lleno a las labores del espíritu, dedicándose fervorosamente al budismo y a la pederastia, donde, gracias a sus acendrados méritos en ambas disciplinas no tardaría en convertirse en miembro de honor de dos acreditadas ONGS del lugar, la BSF (budistas sin fronteras) y la OXFAM (Obsesos Xenófobos Furiosos por Asaltar a Menores)
Su muerte fue coherente con su doctrina. Acabó su vida desangrado, en comisión de servicio, al serle arrancada de cuajo la verga, a causa de los desaforados mordiscos que le propinaron doce novicios celosos, unos auténticos hijos de Buda.

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II.

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II. Más fina que las gallinas.
Ninfómana insaciable, hizo grabar en su escudo de armas una mantis religiosa para que sus pretendientes comprendieran el final que les esperaba. Este curioso insecto va devorando poco a poco al macho mientras copula. Comienza por la cabeza, un órgano perfectamente prescindible en el acto sexual, y reserva para el final el pene, que lo toma como postre. Como una mantis más pirata que religiosa, Georgina Halsey, después de zamparse a sus novios, disecaba, en su posición más erecta, los falos que le habían penetrado y con ellos decoraba las paredes de su cubil, para utilizarlos como colgadores.
Dado que no podía vivir sin los hombres, y como su voracidad natural le obligaba a cepillárselos por docenas en cada orgasmo, mi retozatatarabuela no tuvo más remedio que convertirse en traficante de esclavos al por mayor, que con su carne dócil y dispuesta suplían la escasez de valientes capaces de morir por un polvo.
No es de extrañar, que, por no acabar convertidos en cena, a su lado pulularan los eunucos, aunque, eso sí, tampoco lo tenían suave, pues la inagotable Georgina los sometía, mañana, tarde y noche, a furiosas sodomizaciones con la ayuda de los variados artilugios sádicos de su colección privada.
En honor a la verdad, a mi antepasada no le faltaba la coherencia. Cuando vió que se le acercaba la inevitable menopausia, exigió ser penetrada ferozmente por un león hambriento, placer que recibió en toda su plenitud, segundos antes de ser devorada, que era precisamente lo que ella pretendía. Desde entonces, en el escudo de armas de los Halsey se exhibe, con orgullo y en todo su esplendor, un príapo leonino (en campo de gules, of course)

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II.

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II. Más fina que las gallinas.
Ninfómana insaciable, hizo grabar en su escudo de armas una mantis religiosa para que sus pretendientes comprendieran el final que les esperaba. Este curioso insecto va devorando poco a poco al macho mientras copula. Comienza por la cabeza, un órgano perfectamente prescindible en el acto sexual, y reserva para el final el pene, que lo toma como postre. Como una mantis más pirata que religiosa, Georgina Halsey, después de zamparse a sus novios, disecaba, en su posición más erecta, los falos que le habían penetrado y con ellos decoraba las paredes de su cubil, para utilizarlos como colgadores.
Dado que no podía vivir sin los hombres, y como su voracidad natural le obligaba a cepillárselos por docenas en cada orgasmo, mi retozatatarabuela no tuvo más remedio que convertirse en traficante de esclavos al por mayor, que con su carne dócil y dispuesta suplían la escasez de valientes capaces de morir por un polvo.
No es de extrañar, que, por no acabar convertidos en cena, a su lado pulularan los eunucos, aunque, eso sí, tampoco lo tenían suave, pues la inagotable Georgina los sometía, mañana, tarde y noche, a furiosas sodomizaciones con la ayuda de los variados artilugios sádicos de su colección privada.
En honor a la verdad, a mi antepasada no le faltaba la coherencia. Cuando vió que se le acercaba la inevitable menopausia, exigió ser penetrada ferozmente por un león hambriento, placer que recibió en toda su plenitud, segundos antes de ser devorada, que era precisamente lo que ella pretendía. Desde entonces, en el escudo de armas de los Halsey se exhibe, con orgullo y en todo su esplendor, un príapo leonino (en campo de gules, of course)

FRANQUICIAS CAPITAN HALSEY S.L.

FRANQUICIAS CAPITAN HALSEY S.L. Me informan mis espías en la sentina que algún listillo está preparando un tercer Capitán Halsey.
Hasta ahí podría llegar la broma.
Antes de que se produzca este nuevo atentado a la propiedad intelectual, informo a la comunidad de que, a partir de este momento se abre, con carácter oficial, las franquicias Capitán Halsey
Todo aquel que desee convertirse en Capitán Halsey, para poder criticar con alevosía bucanera
a los miles de gilipollas que pueblan la red, sólo tiene que enviar una solicitud a esta página, la del Capitán Halsey, el Auténtico Sabandija, no el Auténtico Falso, pues ese tío es un franquiciado que va por libre y me copia fatal.
Desconfíe de imitaciones.
Solo es Capitán Halsey, o pertenece a las franquicias “Capitán Halsey”, si lleva la original bandera brasileña con la inscripción “Morte ao blogger”.

¿PERO QUÉ CINISMO ES ÉSTE?

¿PERO QUÉ CINISMO ES ÉSTE? El capitán Halsey, el que se llama así mismo el original y no el sabandija, porque sabido es que todos los Halseys nunca hemos sido originales, sino impresionantes y colosales sabandijas desde que llegó el primer Halsey a este mundo allá y entonces, en las brumosas mañanas medievales de los Highlands, el capitán ese Halsey, que intenta pero no sabe imitarme, se atreve a pedirme a mí, precisamente a mí, la clave de acceso a este blog para colgar sus comentarios.
Mucha jeta gasta el pirata.
¿Cómo se atreve a pedirme la clave de acceso, él, precisamente él, cuando la conoce de sobra y puede entrar cuando quiera, porque sabido es que Capitán Halsey, a veces desdoblado en auténtico y sabandija, no hay más que uno, y a todos vosotros, supinos miserables, nosotros dos os encontramos en la puta calle?

CARTA DE AMOR

CARTA DE AMOR Me extraña que no os deis cuenta de lo mucho que me necesitáis.
Comprendo a quienes me definen como un apestado de la sociedad
pero mi propósito es sano.
Pretendo desahogar el exceso de ego que os sobra.
Os entiendo a todos.
Pero, a cambio, tenéis que ser un poco más sinceros con vosotros mismos.
Si os quejáis porque las verdades os hacen llagas,
cerrad la boca y cancelar el blog.
Quien escribe, se expone.
Aquí no hay más ley que la de la jungla.
El que quiera lametones,
que se compre un perro.